La Trinidad y la Santa Sociedad

Es curioso, sin embargo, que después de una educación laica, atea y antirreligiosa, mi sociedad número tres sea la que aparente ser la Santa Sociedad.

Es definitivo que actualmente gozo de una posición muy privilegiada en cuanto a desarrollo profesional se refiere, pues hasta ahora, he logrado salirme con la mía y hacer solamente lo que me place. Es interesante que mi actitud hedonista me haya llevado a ser un siconauta de la web y su renovación constante.

En este momento en que vivo mi año número 33 (tengo 32) siento la parte crística más activa que nunca: me gusta dar.

Volviendo al tema de la Santa Sociedad vale la pena aclararlo: mis socios son tres personas a quien la religión no les ha sido ajena: Lazaro Stern es judío no ortodoxo, pero reza con su tefilim todos los días; Alejandro Garza es un tipazo que cita en ocasiones increíbles las escrituras sagradas católicas y Adolfo Medina es una auténtica bala cuando enarbola la moral de Cristo y la transforma en fuerza de Salomón. El que sale de juego aparentemente soy yo: antirreligioso ateísta, pero no olvidemos mis raíces en la imaginación, que en el juego, se fue transformando en fé y en conocimiento de la fuente central de todas las cosas; ahora tal vez yo sea el más religioso de mis tres socios, si se me permite ser soberbio una vez más, aunque que quede establecido que sé que la religiosidad es algo inmensurable y difícil de comparar entre gente devota de la vida, como son mis tres socios: Alex, Adolf aka Arnaldo y Eliassar.

Esta Santa Sociedad será sin duda el canal material para que los sueños de toda la gente que amamos se haga realidad. Un hurra por la fuerza, dos por el power, tres por la prosperidad, cuatro por el amor y cinco por la salud!!!

Cuando el tiempo es elasticidad.

¡Cómo no!

A decir verdad, la aparición de esa sensación no sucedÍ­a desde hace un puñado de años; sin embargo vino acompañada de los más exquisitos placeres que existen, por lo que la ponderación de su presencia no puede ser más algo negativo, ya que fue más bien un indicio de hedonismo en su más elevado sentido.

La aparición se dió en un contexto determinado por la ausencia de un lugar fijo de trabajo, pero inmerso en la plenitud que da la experiencia de ser alguien que lleva ya algunos años “dando lata”… No es que la inseguridad me rija, pero como que fue clara la precisión que solicité al decidir seguir adelante con un atajo de fé entre las manos.

Pero en fin. Al final parece que puedo hacer el debido homenaje cibernético en este espacio desolado para los perdidos cibernáutas que preguntan que sera mi nombre de dominio a mi amado perro Rufino, que murió ya un mes y medio. Rufino fue el perro que me enseñó a dejar de temer por amar y quién me dio la más grande lección de entrega y lealtad a la familia: el curso de mis dias tiene un destino que es su cauce.

Después de todo cualquier semejanza con la ficción es mera ficción, pues las coincidencias para alguien que exhibe abiertamente su fé no existen tan claras como parece. Tenemos el secreto.