Cuando empezaba a darme cuenta de que el mundo es un espacio para crecer, pensaba que la ciudad de México era terrible. “Ciudad de cagada, ciudad de cagada, ciudad de cagada es el Distrito Federal!” canta la Máquina Negra. Sin embargo, con los años he aprendido a valorar realmente este espacio geográfico contenido en un valle inundable llamao ciudad de México.
Todo comenzó tras la vuelta de mi viaje a Palenque en el año 1997. Allàestuve con el buen Pedre a merced de los insectos, plantas y animales propios de la selva durante 15 dÃÂas, en lo que fue un año muy seco. Recuerdo que cuando volvÃÂ, tuve una sensación agradable y fui conciente entonces de mi amor por la ciudad. Ahora que lo pienso, en el año 1981 fui con mi familia a Morelia, y recuerdo que Hugo Torrens dijo: “La ciudad de México es horrible, me gusta más la ciudad de Morelia”, pero recuerdo cómo no estuve de acuerdo, pues para mi la ciudad era hermosa, era mi hogar.
Hoy soy plenamente conciente del valor que encierra este lugar: No es fortuito que históricamente haya tenido un papel fuerte. Creo que la ciudad es mi fuente de poder. He aprendido a sentir ternura por los transeuntes y automovilistas, comprender su inestable situación neurótica y frustrada. He aprendido a meditar durante los largos transcursos de movilidad en la urbe. La ciudad se ha convertido en mi maestra y su gente en mis hermanos, hermanas, tÃÂos, tÃÂas y abuelos.
He comprendido el movimiento energético que aquàse desarrolla; he aprendido a apropiarme los espacios; he aprendido a tolerar y a tolerarme.